viernes, marzo 02, 2007

Superman

Después de muchos pero tan estáticos años de no pasar por ahi, la niña regresó a su celda. Ese tan oscuro cuarto rosado en el que nacieron sus monstruos y en el que hoy, sorprendentemente, aparecía Superman, ese héroe que siempre la salva de todo mal.

Ahi, echado sobre esa pequeña cama que absorbió el sudor de cientos de noches de terror, Superman la miraba con expectación, con esa mirada en la que caben más palabras que en la ardiente biblioteca de Alejandría; que enuncia sin pronunciar, que pide todo en un silencio absoluto: una ineludible invitación color olivo.

Pero la realidad, que siempre está a nuestras espaldas, esperando que dejemos de ignorarla y la miremos de frente, la hizo voltear y ofreció sus manos para ayudarla -casi obligándola- a levantarse de esa cama y acompañarla hacia el sitio donde debe estar.

"Te amo, Superman", era la frase que le rebanaba la garganta, palabras que le quemaban la lengua, desesperadas por estallar en su boca. Su sensatez las contuvo, sabiendo que a Superman no le agradarían. Al volver de ese lugar, la curiosidad y un necio deseo, invisible pero invencible, le sembró una nueva duda en la cabeza:

"¿Por qué nació esa frase en mis vísceras, si yo no amo a Superman?"

¿O si?