sábado, agosto 11, 2012

Monóxido de carbono.

La luz en tu habitación permanece
fuerte e intensa.

Nace de velas que se antojan infinitas
tras resistir la tormenta de febrero.

Esa luz ya no es cegadora,
pero genera suficiente calor
para soportar este
crudo
cruento
cruel
invierno.

Tanto como para derretir el hielo en mi plexo
y darme una sensación de paz.

Aunque quizá sólo esté intoxicada.