me he pasado de la raya.
en las últimas semanas cometí excesos que afectaron a otros,
pero sobre todo, a mí.
Y tuve suerte: nadie me mandó al carajo.
supongo que deveras debo ser muy buena en ciertas cosas;
o quizá tengo un lado realmente adorable que algunos ven
y ponderan sobre mi negrura;
o quizá sigue siendo cierto eso que yo creía en mi juventud:
sí hay seres divinos organizando la existencia...
y yo soy uno de sus humanos favoritos.
Pero he abusado. Me he excedido.
por alguna razón que aun no me queda bien clara,
mi tolerancia -que regularmente es poca-
estuvo en su nivel más bajo.
Estuve susceptible, delicada, enojada;
siempre a dos segundos de estallar.
Y no acabo de entender por qué, pues,
al menos potencialmente,
no tenía razones para estar TAN enojada.
Yo soy una persona de palabras.
A pesar de mi neurosis, no soy una persona de golpes
ni de gritos, soy palabras.
Con ellas solía golpear -y lastimar- a la gente.
pero ahora, aunque yo tuve la razón
sobre todas las cosas que peleé,
si defiendo esa razón a garrotazos, deja de ser razón
y termino siendo un cavernícola con (buenos) argumentos.
Y varios de esos garrotazos acabé dándomelos yo misma.
Un dolor en mi abdomen duró tres días seguidos, por ejemplo.
he maltratado a personas que lo merecían, pero con excesos.
he relegado u omitido a personas que no lo merecían.
debo cerrar la boca y ponerme a escombrar -literalmente- mi cabeza.