viernes, marzo 27, 2009

Vendredi

En francés se oye menos repetitivo, aunque últimamente sólo postee en viernes. Esta habitación me gusta, es calurosa pero no todo puede ser perfecto, es acogedora y el aire es ligero...

Pero me da rabia estar en ella los viernes por la tarde: días en que debería salir corriendo, con las venas empujando la piel, queriendo atravesarla y reventar sobre otra... Debería estar corriendo en mi auto hacia el sur de la Ciudad, haciendo uso de mis nuevas habilidades como cafre defeña (sí, más. al menos ya pongo las direccionales a veces) para llegar pronto a Taxqueña... o rumbo a mi estanque, a donde llegaría a empacar un par de calzones, peinarme un poco y tomar carretera... La carretera me relaja de una forma extraordinaria, casi tanto como lo que encuentro al final de ese camino...

Y en lugar de eso, me quedaré en Deefe y en el estanque no habrá oxígeno este vendredi. Hasta mañana. Me quedo mucho más tiempo del que debo en esta oficina porque sé que no hay prisa, no tengo que salir corriendo, el viernes es quieto y pasivo, el aire no levanta las hojas del suelo ni atiza ningún fuego. Y me pierdo una noche de incomodidad y ronquidos.

Además, el lentobus es un asco. Supongo que también me quedo por resistencia a subirme en ese horno hitleriano.

Puagg.

Cerati dixit: Y si te abrazo es para sentir que a nuestro amor nunca podrán sacarlo de raíz.

viernes, marzo 20, 2009

Friday, I'm in love

Lo sabía.

Últimamente lo sé todo.
Debo haberme tragado un amuleto,
un cuarzo, un talismán;
o quizá por fin despertó la bruja
que vivía en mi interior.

Pero sabía que este viernes el aire se volvería denso
habría tiempo pero no serenidad
descanso pero no oxígeno.

Y es que los viernes mutaron,
se volvieron kármicos, cabalísticos;
en los viernes de las últimas semanas,
me ha salido en el rostro algo extraño,
raro como un barro a los 30 años.

No así este viernes.
este viernes no es 13,
no hay sonrisa ni demonio,
ni aire, ni árbol.

Este viernes vuelvo a ser Daria.
Me dispongo a hibernar.

viernes, marzo 06, 2009

¿Innecesaria?

No, no necesito suerte.
Nunca la necesité.

Pese a vivir en el infierno, siempre presumí de ser "la hija favorita de los dioses".

Pero luego desperté (al menos de los demonios sí lo fui).

Se me acabó el ingenio, perdí la locura en alguna parte y fue entonces cuando me volví loca.

Bajé al mundo y, buscando encajar en él -your world, that is- me hice reportera, esposa, hija-sobrina-prima-amiga, me hice responsable de mi perro... casi un ser humano. Me volví práctica, sensata, puse los pies en la tierra. No maduré, pero escondí al diablo en el clóset.

Y perdí los favores del infierno.

Pasé de la insania al trastorno de ansiedad, de la pasión al Tafil,
de la acidez en el habla a la úlcera gástrica,
de la adrenalina a la sangre coagulada.

Perdí altura, perdí la rabia,

Perdí mi ojo de venado.

Aunque amé intensamente y viví lo que quería vivir,
me perdí.

Y al pie del cadalso, con la soga al cuello y la camisa de fuerza ajustada,
fui salvada de alguna -aun- inexplicable forma.

No requerí suerte, no.

Requerí la mano misma de los dioses deteniendo la caída,
suero intravenoso, electroshocks, adrenalina inyectada al corazón;
fue preciso un aquelarre para formular éste embrujo;
cirugía a cráneo abierto, lobotomía para extirpar la razón.

Fue necesario un regalo de los demonios, envuelto en celofán,
con un moño plateado y una nota que decía "ya no mames"
para revivirme.

De manera que éste viernes ya no necesitaré más milagros,
sólo suerte para completar el que ya me fue concedido.