miércoles, diciembre 12, 2007

Noviembre

el día de muertos ha dejado de ser emocionante. Debí haber visitado este año alguno de los sitios a los que siempre quise ir en 2 de noviembre; con asombro en el rostro y no con lágrimas.
Mitla o Janitzio, no Pachuca.

a partir de ahora, no sólo no podré ir a esos sitios a disfrutar la deliciosa tradición, sino que no podré volver a aludir -ni acudir- a la muerte como representación, sino como cicatriz.

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fueron demasiadas emociones para sólo 18 días de noviembre. Y parece como si el corazón y todas las vísceras fueran totalmente elásticos, permeables; que resistieran cualquier cantidad de emociones sin romperse, resquebrajarse o, cualquier día, reventar.

el plexo pareciera ser un nicho sin fondo, interminable recipendiario de toda la basura que nos cae encima, acumulador inagotable de energías que no se alcanza a ver donde se guardan.

pero no es así. todas esas emociones destructivas se alojan como parásitos en los órganos, las venas y los huesos, haciéndolos porosos y espesando la sangre hasta que forma coágulos que, invariablemente, provocarán una trombosis al alma.

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