viernes, marzo 06, 2009

¿Innecesaria?

No, no necesito suerte.
Nunca la necesité.

Pese a vivir en el infierno, siempre presumí de ser "la hija favorita de los dioses".

Pero luego desperté (al menos de los demonios sí lo fui).

Se me acabó el ingenio, perdí la locura en alguna parte y fue entonces cuando me volví loca.

Bajé al mundo y, buscando encajar en él -your world, that is- me hice reportera, esposa, hija-sobrina-prima-amiga, me hice responsable de mi perro... casi un ser humano. Me volví práctica, sensata, puse los pies en la tierra. No maduré, pero escondí al diablo en el clóset.

Y perdí los favores del infierno.

Pasé de la insania al trastorno de ansiedad, de la pasión al Tafil,
de la acidez en el habla a la úlcera gástrica,
de la adrenalina a la sangre coagulada.

Perdí altura, perdí la rabia,

Perdí mi ojo de venado.

Aunque amé intensamente y viví lo que quería vivir,
me perdí.

Y al pie del cadalso, con la soga al cuello y la camisa de fuerza ajustada,
fui salvada de alguna -aun- inexplicable forma.

No requerí suerte, no.

Requerí la mano misma de los dioses deteniendo la caída,
suero intravenoso, electroshocks, adrenalina inyectada al corazón;
fue preciso un aquelarre para formular éste embrujo;
cirugía a cráneo abierto, lobotomía para extirpar la razón.

Fue necesario un regalo de los demonios, envuelto en celofán,
con un moño plateado y una nota que decía "ya no mames"
para revivirme.

De manera que éste viernes ya no necesitaré más milagros,
sólo suerte para completar el que ya me fue concedido.

1 comentario:

Ricardo Arce dijo...

iempre he pesnado que la suerte para los débiles y poco prácticos de la vida. Al igual que la religión lo es para los ciegos.